En esta vivienda situada en Madrid, el estudio Anton Develops Arquitectos plantea una relación fluida entre el interior y el exterior, donde la cocina se convierte en un espacio central de la vida doméstica. La decisión de situarla orientada hacia la zona de la piscina no es casual, sino una respuesta a la idea de hacer de este lugar un punto de encuentro, convivencia y disfrute.
A través de amplias aperturas, la luz natural se introduce en el espacio, creando una atmósfera cálida y abierta, perfectamente captada en las imágenes de David Frutos, que subrayan el diálogo entre arquitectura, mobiliario y paisaje.
La cocina se organiza mediante una composición lineal acompañada de una isla con barra, que permite interactuar, cocinar y compartir al mismo tiempo. Esta disposición facilita la circulación y refuerza la conexión visual hacia el exterior, haciendo que la cocina se viva desde ambos lados: como zona de trabajo y como espacio social.
Para el mobiliario se ha elegido el acabado Barna en roble natural, un material que aporta calidez y autenticidad, y que al mismo tiempo destaca por su carácter atemporal. La naturalidad de la madera contrasta suavemente con la sobriedad de las superficies neutras que la rodean, generando un ambiente equilibrado y acogedor.
Para garantizar la pureza del diseño, se ha optado por un sistema de apertura gola vertical en las columnas y gola horizontal en los muebles bajos, reforzando la continuidad visual y la sensación de ligereza. Esta elección evita el uso de tiradores visibles, potenciando la lectura lineal del conjunto y respetando el carácter minimalista del proyecto.

Los electrodomésticos se integran por completo en el conjunto, manteniendo una estética limpia, ordenada y sin interrupciones visuales. En la zona central, junto a los muebles bajos, se incorpora una vitrina con cristal gris fumé, que introduce un matiz de sofisticación y permite exhibir piezas seleccionadas, dotando al espacio de un valor decorativo sin perder funcionalidad. Este elemento aporta profundidad y dinamismo, convirtiéndose en un punto de atención sutil dentro de la composición.
El resultado es una cocina que trasciende su función tradicional y se convierte en un espacio para ser vivido: cálido, abierto, funcional y en constante diálogo con el exterior. Un ambiente que invita a compartir, a cocinar y a disfrutar del entorno, reflejando el cuidado y la intención del diseño arquitectónico y del mobiliario que lo acompaña.

