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El aceite y las cocinas comparten, sin ninguna duda, infinidad de cualidades. Un ejemplo es su composición impecable.

Todo empieza en su esencia, en su corazón, en su raíz. El olivo se alza de la tierra con fuerza y firmeza al igual que lo hacen el nogal, el castaño o el roble. Su fruto dorado, preciado por los comensales, cuenta con un largo y minucioso procedimiento, que empieza en octubre, con la recolección de las aceitunas. También es así en la madera que se extrae de los bosques, del interior de sus árboles, cuidadosamente elegidos bajo las pautas del respeto al medioambiente.

En el caso del aceite de oliva virgen extra, el proceso debe ser tan cuidadoso que la mejor herramienta son las manos. La selección de las aceitunas, el molido, la batida y su conservación son pasos donde el hombre y la alzamara conjugan sus fuerzas para crear el mejor óleo.

En el bosque, el tronco se transforma poco a poco con el apeo, el aserrado y el secado. Su forma, su textura y su color viven su total metamorfosis cuando un equipo humano trabaja con el objetivo de diseñar, mejorar, fabricar y difundir cada pequeño detalle. Y así, junto a otros materiales como el acero, el vidrio o el aluminio, se da la forma, luces y sombras a nuestra cocina. Un lugar donde el diseño y la naturaleza se mezclan para crear un especio único y personalizado en nuestro hogar.

Este paralelismo no se encuentra solamente en el proceso, sino también en sus características. La agricultura ecológica y las buenas prácticas en los bosques es una de ellas. Como también lo es el propósito de volver a la esencia, al inicio: una cocina que permita ver la naturaleza en todo su esplendor y un aceite que se parezca lo más posible a la leche materna.

La riqueza de este tesoro líquido permite disfrutar a todo tipo de paladares gracias a su variedad de olivos. Por ejemplo, la arbequina, la canetera o la borriolenca, únicas por su exclusivo color, aroma o sabor; unas variedades que podemos encontrar en la finca Bardomus, con una especial orografía y localización, franqueada por la Sierra de Irta y Prat de Cabanes.

Del mismo modo que estas variedades están pensadas para todos los gustos, las cocinas satisfacen las necesidades de cada cliente. En el caso de Doca, su variedad en cocinas clásicas o contemporáneas y su amplio abanico, permite que cada uno encuentre su mejor opción.

Es, sin dudarlo, una realidad que el aceite y las cocinas comparten infinidad de cualidades: una composición impecable, llena de contenido y con un proceso mimado hasta el último detalle. Todo, con un propósito: que el mueble de cocina de hoy perdure en el tiempo por su valor, igual que perdura el recuerdo de un aceite único. Cualquier paladar que haya probado la variedad arbequina de Bardomus recordará su fragancia y fluidez. También el sabor peculiar y ligeramente amargo de la borriolenca, o la sensación clorofílica de la canetera.

Pero la mejor cualidad que comparten es sin duda el paso del tiempo. Poder aplicar las técnicas ancestrales que generaciones pasadas han sabido conservar hasta nuestros días. Pero también aplicar los beneficios que los avances tecnológicos y modernos nos han aportado.

Y con todo esto, poder acompañar una cocina única con un aceite único. O un aceite único con una cocina única. Ya sabemos que el orden de los factores no altera el producto.

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